El
autor Martin Heidegger en su obra titulada “Ser
y Tiempo”, hace referencia al método adoptado por la Fenomenología indicando
que es la Descripción; la cual tiene su sentido en la interpretación
hermenéutica de las ciencias históricas del espíritu (las ciencias humanas). El
Método fenomenológico Descriptivo-Hermenéutico consiste en elaborar la
historicidad del ser del ente óntico (Dasein), abarcando de esta manera “el ser y el tiempo”, de todo aquello que
se muestre en el existir en el aquí y en el ahora mundano; y que fue
identificado pura y simplemente por los griegos como “entes”; y entendido por
Kant y E. Husserl como fenómeno.
Los
fenómenos según la concepción Kantiana son los objetos de la intuición empírica
basada en la razón (logos), el ser verdadero del logos es sacar de su
ocultamiento el ente del que se habla, y hacerlo ver como desoculto, es decir;
descubrirlo, el ente que no tiene el modo de ser del Dasein es comprendido en su
ser cuando se lo patentiza en función de sus condiciones de posibilidad. No obstante, no todo aquello que se muestra
es la esencia del ser, puesto que puede convertirse en sólo apariencia, por lo
que no se estaría en presencia de la verdad.
Según
Aristóteles el concepto griego de verdad es algo que conviene propiamente al juicio,
lo cual es injustificado y desconocido radicalmente por el Realismo e
Idealismo. Surgiendo de la Teoría del Juicio Aristotélica la problemática del
Fenómeno de la Validez, considerada desde la época de Lotze como un
Protofenómeno irreductible por falta de claridad ontológica, por lo que no se
puede tomar como hilo conductor de la interpretación el concepto de validez en
sus tres significados: en cuanto a la manera de ser de lo ideal, en cuanto a
objetividad y en cuanto a carácter vinculativo, por tratarse de fenómenos
ópticos, solo demostrables a través de la observación.
En
este orden de ideas, surgen las diferentes formas de acceso al ente y al ser, en
esa búsqueda de distinguir lo verdadero de lo falso, comenzando con la
tradición filosófica (Platón y Aristóteles) que se basaba en el “ver”, lo cual
era una forma muy superficial de estudiar el ser, haciéndose necesaria la
interpretación temporaria del ser para lograr el sentido existencial de la
comprensión del ser, fundada la interpretación en un haber previo, pudiéndose lograr
con la interpretación dos escenarios, que del ente a interpretar se puedan
extraer los conceptos o que al forzar al ente a conceptos a los cuales se
resiste por su propio modo de ser se pueda acceder al ser.
De
igual forma, la ontología antigua, estableció “el logos” (la razón) como el
único hilo conductor para el acceso al ente propiamente dicho y para la
determinación del ser de ese ente. El logos es “un hacer ver”, por lo que puede
ser verdadero o falso, siendo preciso identificar si lo que se muestra como
fenómeno es un ente o un carácter de ser del ente, es decir; manifestación
directa del ser del ente o su mera apariencia.
Para
solucionar este problema, la ontología fundamental se enfocó en el enunciado,
descartando el logos, considerando que el fenómeno de la verdad se haya
estrechamente unido al problema del ser; y, en tal sentido, se establecieron
tres significados del enunciado que se indican a continuación: el enunciado
como mostración, como predicación y como comunicación, partiendo de la premisa
que para llegar a la interpretación del enunciado se necesita del haber previo
para que sea mostrado en la forma de la determinación, que implica un punto de
vista desde el cual se mira hacia lo que hay que enunciar, toda vez que el
enunciado necesita de una manera previa de ver, mediante la cual el predicado
que hay que destacar y convertir en atributo se libera, en cierto modo, de su
inexplícita inclusión en el ente mismo, en tal sentido se llega a la conclusión
que el enunciado es una mostración que determina y comunica, surgiendo así el
lenguaje.
Para
poder interpretar el ser ontico (Dasein), es necesario que el que interpreta se
apropie de lo comprendido a través de un proceso de aprehensión con base a un
haber previo, toda vez que la interpretación no genera conocimiento sino
comprensión del Dasein, siendo necesario el discurso como fundamento
ontológico-existencial, que consiste en la articulación de la comprensibilidad
del estar en el mundo y comunicarse. La comunicación enunciativa constituye la
articulación del convivir comprensor.
Para
que el lenguaje sea ontológicamente posible, se tienen que dar los caracteres
existenciales del discurso enraizados en la constitución del ser del Dasein,
los cuales son: aquello acerca de lo cual se discurre, lo discursivamente dicho
en cuanto tal, la comunicación y la notificación. Para que se configure la
lingüística fáctica del discurso es necesario que estén presentes el escuchar,
la locución verbal en la que se fundamenta el discurso, la percepción acústica
que se funda en el escuchar, entendiéndose que escuchar se diferencia del oir
porque al escuchar comprendemos el discurso o el lenguaje del ser ontico
(Dasein) objeto de interpretación en su existir y co-existir en el mundo, de
donde proviene la autentica capacidad de
escuchar y el transparente estar los unos con los otros y comprendernos.
La
critica a la interpretación viene dada a que ha perdido de vista la
cotidianidad del Dasein, entendiéndose que la interpretación tiene un propósito
ontológico ya que se trata de interpretar el ser ontico ontológicamente
privilegiado el Dasein
Bibliografía:
1. Heidegger, M. (1988): Ser y Tiempo. FCE:
México D.F. (págs. 37-49; 146-169)
Doctorando
María Alejandra Gutiérrez Prieto
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